Una cuestión de Geología
En la Naturaleza muchas sustancias aparecen en forma sólida, es decir, que conforman cristales. Los cristales son sustancias cuyas moléculas se encuentran perfectamente ordenadas formando planos de superficie de distintas características. Esta condición es la que los distingue de otros estados de la materia, tales como los vidrios, los líquidos, los gases y el plasma.
La formación de cristales en la naturaleza se produce a partir de los componentes que se encuentran en estado líquido debido al inmenso calor del Magma, y sus moléculas se van ordenando en lapsos muy largos y en condiciones de presión y enfriamiento específicos.
La viscosidad de un componente es la magnitud física que mide la resistencia interna al flujo de un fluido. Esta resistencia es producto de las fuerzas de interacción de las moléculas que se deslizan unas contra otras. El inverso de la viscosidad es la fluidez. Así, un líquido muy viscoso se dice que es “espeso”, mientras que uno poco viscoso, se dice que es “aguado”. Con esta definición afirmamos que, si un líquido muy viscoso se enfría rápido, se endurece tan pronto que sus moléculas no pueden reorganizarse en forma de un cristal y, al rigidizarse, conforma un vidrio, es decir, una estructura sin forma que puede llamarse también “líquido sobre enfriado” o bien, “sólido amorfo”.
Y para que algún componente recristalice, se requiere que éste sea de baja viscosidad y que vaya enfriando suficientemente lento para permitir que sus moléculas se ordenen nuevamente para transformarse, al final, en un verdadero sólido.
Un diamante de gran tamaño requiere, entonces, de un muy largo tiempo de enfriamiento y condiciones especiales de presión para poder organizarse como cristal único.
Aunado todo ello a que no se llene de impurezas ni de agentes colorantes durante el lapso de conformación, es lo que justifica, hasta cierto punto, su alto costo.
Y lo mismo va a suceder con los esmaltes cerámicos. No todos ellos requieren de una curva de enfriamiento especialmente lenta, pero para lograr, pues, el fenómeno de recristalización de algunos de ellos sí es indispensable que los esmaltes sean de relativamente baja viscosidad y que sufran una curva de enfriamiento más lenta de lo habitual. Tal es el caso de los esmaltes mates y de grandes cristales de willemita (ZnSiO3), y los vidriados de cristales de piroxeno como aquellos de aventurina y de polvo de té.
Federika estaba mortificada porque de pronto, sus esmaltes cristalizados no salieron como esperaba. Si un horno está muy saturado de piezas, el enfriamiento será más lento que lo normal; pero si tiene poca carga, este enfriamiento puede ser lo suficientemente acelerado e impedir el fenómeno de recristalización. Para estos casos, se recomienda que, una vez alcanzada la temperatura de maduración, se disminuya la presión de gas y se deje prendido un solo quemador hasta que el horno alcance los 1080°C.